En este post podrás acompañarme, paso a paso, y foto a foto, en esta ruta por una reserva de la biosfera mediterranea de Málaga. Sin embargo, a diferencia con el senderismo normal, en la terapia del baño de bosque japonés, el Shinrin-yoku, o inmersión como lo llamo yo, hay que reducir la velocidad del paso y aumentar los tiempos de disfrute de los sentidos en todo lo que el bosque nos ofrece.
Primera ruta por el Parque Botánico El Cerezal y alrededores, catalogado como Reserva de la Biosfera Intercontinental del Mediterraneo, recorrida gracias a la aplicación de Wikiloc.
Las imágenes os redirigirán al album de Flickr El Cerezal. Ojen.
Toda la zona es un lugar agradable y la ruta no aporta dificultad. Sin embargo no podría considerarlo un bosque de gran dosel como era el castañar del Juanar. Aunque existen otras rutas camino de allí que tal vez tengan más árboles maduros.
En esta caminata me recreé principalmente en los habitantes más pequeños, aunque siempre que pude disfruté muchísimo con los mayores.
Solo el parque es un lugar agradable para echar una tranquila jornada.
Pero al salir de él, e iniciar la ruta tras el tunel, inmediatamente no pude evitar recrearme sin ninguna prisa de todos los pequeños con los que me encontraba en el camino.
Todas estas plantas y flores podían encontrarse también fuera de la ruta y del parque, y en algunos lugares en mucha mayor cantidad, pero, en esta estrecha ruta, por la que iba pisando en tierra y piedras para no dañar ni una sola hoja, cada uno de estos pequeños me pareció único y milagroso. Preciosos en sus formas, colores y rarezas. Durante el tranquilo y lento camino tuve siempre una agradable sensación de intimidad. La única familia con la que me encontré, cruzándonos uno a uno por lo estrecho del sendero, parecía haber sido teletransportada allí y venir de ninguna parte, como si el lugar estuviese a miles de kilómetros de cualquier otro.
A veces aparecieron viejos e imponentes árboles, solitarios entre otros más jóvenes, luciendo sus galas de tiempo y vida.
Pero la mayor parte del tiempo el suelo acaparó mi atención inevitablemente.
Las diminutas flores eran tan escasas, tal vez por llegar poca luz hasta el suelo, que cada una de ellas me merecía el mismo trato que si fuese la última que quedase. Disfruté muchísimo encontrándolas y fotografiándolas.
Otro habitante rarísimo, el liquen. Esto fué lo único que ví. Todos los demás debían estar escondidos y éste ¡ser un total temerario!
Qué poca idea tengo de todo lo que me rodeaba. Fotografié por varias razones, y una de ellas era para que quien supiese qué era que, me lo dijese. Esto por ejemplo… ¿no parece una proto-lechuga? Al menos parece comestible. Pero nunca podemos arriesgarnos. Sólo la hierba, el pasto verde, todo aquello que son hojas sencillas y abundantes son seguras para comer.
Esta fue una de las plantas de las que tomé un par de hojas para infusionar al final del recorrido. Esta rama estaba tronchada y seca, así es que no había problema de llevarme un poco. Fué una de las pocas que daba un ligero olor agradable y maderoso. No tengo ni idea de lo que es.
Estas eran las hojas vivas. Aunque había muchas plantas parecidas pero con tamaños e intensidad de color ligeramente diferentes. Supongo que debido al acceso al sol y el agua.
También me encontré con gentecilla de la que puede moverse. Aunque era básicamente inexistente, no como en el Juanar, donde el zumbido de avispas, moscas y abejas a mi alrededor era constante.
Y aquí llega una de las pequeñas divas de la tarde, la flor, o cono, masculina del pino. Sus únicas escamas, las brácteas poliníferas (portadoras del polen), llevan millones de granos de polen, y al tocarlas ligeramente, las desprenden como un gas, lo cual me resultó todo un acontecimiento. Pero por lo que me dió mucha alegría encontrarlas es porque ellas son las responsables del maravilloso tono dorado que cubre los pinares cuando llega su floración. Es como un ligero reflejo, como si el sol incidiese de forma especial y diera reflejos de luz tostada. Estas pequeñas son las responsables de todo un espectáculo.
Había pequeños que eran todo un espectáculo…
También de flor de pino me llevé una que estaba caida en el suelo para mi infusión.
Más color.
¿QUÉ era esto?
Y más color…
Y más preciosas suculentas.
Liquen, musgo, seta, tronco. Esto sí es una gran coalición.
No quise arrancar de estas, pero sus hojas carnosas de sección triangular entrando tiernas en la tierra tenían un aspecto muy comestible. ¿Familia de cebollas y ajos?
Y, como no podía ser de otra manera, por fin aparece la omnipresente e ineludible contribución humana al entorno. No fotografié más pero había otros restos a lo largo del camino, aunque, afortunadamente, no demasiados, más bien parecían descuidos. Pero el fuego no perdona nada. ¿Quién quiere a ciertos humanos fuera de las ciudades?
Y aquí dos hermosos ejemplares entrelazados en sus ramas. Uno es evidentemente un pino, y el otro parece un algarrobo, aunque no estoy segura porque no se ven frutos, y estaban todos muy cargados por la zona.
¿Es esto azul algún tipo de musgo?
Eran estas alturas lo que hacía de la zona un lugar reservado del sol, fresco y umbrío.
Otro lujo para fotografiar, el Asphodelus ramosus, más conocido como gamón. Su abundancia puede provocar que se le menosprecie, pero si se observa de cerca, sin prisa y recreándose en sus detalles, es toda una joya.
Otros que, como el polen de los conos del pino, estaban listos para volar…
Otro habitante lleno de regalos para los ojos. Hojas y flores deliciosas.
Estos de a continuación se los dedico a quienes creen que la umbría, la penumbra y la falta de luz genera monstruos… nada más lejos de la realidad, genera otras formas de vida preciosa.
Sigo avanzando. Otras cosas ocurren también en las alturas de los áboles y de los valles…
… en las ramas de los algarrobos…
… alrededor como paredes y lechos rocosos…
… y con raices como rocas también…
De verdad que disfruté muchísmo. Había tanta delicadeza por todos lados, que era un bálsamo para la mente y los sentidos.
Otra pequeña delicadeza, solitaria, diminuta junto a una piedra del camino. Donde el sol llega las margaritas son flores comunes y abundantes, pero ésta se abría paso como si cualquier ligero roce o rayo de sol pudiera fulminarla. Me sentía testigo de cosas irrepetibles.
En uno de los carteles informativos hablaba de que podía encontrarse perejil. Encontré por todo el camino, como se ha podido ver en fotos anteriores, diferentes tipos de plantitas muy parecidas al perejil, como esta por ejemplo. ¿Se refieren al mismo perejil con el que se cocina o es el mismo nombre para otra planta que solo se le parece? No quise ni tocarla porque, como sabe todo el mundo, hay otra planta muy parecida al perejil que es muy peligrosa, la cicuta, la cual se puede confundir con el perejil y el hinojo. La gran diferencia es que la cicuta tiene un olor fétido que nada tiene que ver con los olorosos perejil e hinojo. También la diferencia unas características manchas rojas en los tallos.
Hay que tener cuidado. La cicuta es común en el Mediterráneo, y crece en bordes de camino y campos de labor, y en lugares húmedos, como arroyos, zanjas, etc.
Impresionante.
La tarde empezaba a caer y yo estaba a mitad de camino. No sabía si volver por el camino recorrido, que era conocido, o continuar adelante, sin saber lo que podría encontrarme y con el tiempo justo para que no se me echase la noche encima.
Como en este punto había subido la altura total del recorrido, en ambos casos el camino era de bajada, así es que decidí continuar. Ahora, claro, comprobando a cada paso que no tomaba un recorrido equivocado…
Este símbolo, efectivamente, significa que iba por el sendero oficial correcto. Los siguientes son los símbolos que nos indican esto y el típo de recorrido según el color. Si dos recorridos se solapan, prevalece el color del más largo.
Aunque más adelante, y para seguir con la ruta del usuario de Wikiloc, tuve que dejar el recorrido oficial y continuar por uno alternativo marcado con las aspas cruzadas, lo cual no me hacía sentir muy tranquila. Pero otras indicaciones, y la aplicación me guiaban.
Este ya era el camino de bajada. Era completamente diferente a la otra mitad. Lleno de majestuosos pinos, el suelo era arena y acículas de pino. Un paisaje igualmente fantástico.
Y ya, hacia el final, cerca de la estructura de la autopista, donde las aguas seguramente se retienen manteniendo la tierra mucho más húmeda, el paisaje volvió a cambiar, para parecer más un jardín escondido que un camino de monte.
Estas pequeñas flores lila parecían diminutos acompañantes durante todo el último tramo del sendero hasta el tunel.
Ya en el parque de nuevo, la noche no consiguió cogerme, así es que aproveché y dí una pequeña vuelta para buscar un lugar donde hacer mi esperada infusión.
Flor de pino, hojas olorosas secas y unos trocitos de corteza de árbol. Recordé a Irina. No conseguí reunir elementos suficientemente fragantes. También he de decir que no pude disponer más que de un termo para mantener algo de agua caliente, pero no lo suficiente como para hacer una infusión apropiadamente.
Otro dato muy importante eran los objetos que utilicé. Para caminar llevé un bastón con el mango de caucho, y todo lo que tocaba y me acercaba para oler, olía al caucho del bastón. Horrible. También el material del termo. El agua, aunque había estado en el recipiente interior de cristal, al echarlo en la taza, tomó el olor y sabor del plástico, y cualquier suave olor que trajeran las hojas, flores y pedazos de tronco, se perdió entre tantos materiales artificales.
Pero igualmente disfruté bebiendo la infusión.