DEMONIZADOS, O CÓMO EL HOMBRE ESTIGMATIZA TODO AQUELLO QUE NO PUEDE DOMINAR.

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(Français, ICI)

Este artículo no es para hablar sobre la maldad o los engendros de la superchería, ni para hacer apología sobre ello. Es un artículo que intenta honrar la luz inherente, devolver la belleza robada, pero sobre todo para reestablecer conceptos, significados y eliminar distorsiones.

Oscuridad y maldad no son la misma cosa. La oscuridad es una cualidad del color. La falta de luz, puede corregir cualquiera, evidentemente con toda la razón que otorga la ciencia, pues así es. Pero hay que decir que si habla la ciencia, lo hace de la luz física, simplemente, y precisamente, en la falta de la luz, existen muchos organismos que prosperan, organismos todos necesarios e imprescindibles para el equilibrio absoluto de la vida en el planeta que habitamos. Siendo esto así, tan buena es la oscuridad como la luz. Ni más, ni menos.

Quien no interpreté así este artículo puede considerarse lleno de esa maldad que, ignorante o hipócritamente, señala con el dedo, y puede así temerse manchado de la tal maldad de la que acusa, debiendo encontrar la manera de purgarse, pero no con ningún fuego purificador, pues el fuego solo es un eliminador de vida, sino abandonándose a una inmersión absoluta en la naturaleza y en la realidad.

Demonizar:

Según la Real Academia Española © :
Atribuir a alguien o algo cualidades o intenciones en extremo perversas o diabólicas.

Según Wikipedia:
La demonización o satanización es la técnica retórica e ideológica de desinformación o alteración de hechos y descripciones (próxima a la inversa sacralización, o al victimismo) que consiste en presentar a entidades políticas, étnicas, culturales o religiosas, etc, como fundamentalmente malas y nocivas, como forma de vindicarse positivamente respecto a esas entidades o justificar un trato político, militar o social diferenciado, o también para atribuir de incorrecto lo que está en contra de lo que se cree o apoya.

En definitiva, desacreditar de manera desmedida lo que no interesa, principalmente, en este caso, para controlar a la población, bien sea liberandose de un elemento de competencia, o bien deshacerse de atributos que desafíen los poderes fácticos, como el conocimiento, la autosuficiencia, la crítica, etc.

Existen tantos seres y eventos demonizados por el vicio, o trauma -no sé muy bien como calificarlo- dominador del hombre, y su añadida falta de sabiduría, que la lista podría ser interminable y es dificil saber por donde empezar. Pero comencemos por el elemento que culmina el concepto de «demonizar» como su máxima expresión, y que casualmente inspiró este texto:

PAN, EL BIENAMADO DIOS DE LA NATURALEZA.

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Queda claro, a partir de la evidencia arqueológica, que Pan era el dios favorito del pueblo griego. «Es un hecho que hay más dedicatorias a él que a cualquier otro » (Pitt-Kethley xi). Tal vez esto es lo que llevó los teólogos cristianos a demonizar a Pan; sintieron un fuerte competidor para los corazones de la gente. Esta demonización no fue un accidente, sino una torsión deliberada de los ideales paganos mientras el cristianismo extendía su influencia por toda Europa. Después de que el Concilio de Nicea emitiera el Credo de Nicea y la Iglesia Católica Romana fuera fundada en el año 325 EC, los teólogos cristianos (empezando por Eusebio) transformaron a Pan de un dios de naturaleza benigna en Satanás, el gran adversario.

Pan era un pastor: mitad cabra y mitad hombre, venía de la naturaleza. Era lujurioso; tocaba la flauta, era, por lo tanto, musical; era un dios de la naturaleza. Era el más grande y divino de todos los sátiros. Tanto su aspecto lascivo y burlón con cuernos de cabra y patas de macho cabrío, como su carácter alegre, montaraz y despreocupado, atestiguan su parentesco con las cabras. Nunca vivió en el Olimpo, sino que cuidaba rebaños  y atendía a sus colmenas en la Arcadia. Era juerguista, amante de la vida sencilla, tranquilo y perezoso: dormía largas siestas y su cólera era temible cuando le despertaban injustificadamente. Entonces,  cuando estaba enojado, lanzaba terribles bramidos  provocando en quienes osaban molestarle reacciones de huida irracional y estampidas entre los animales. Del miedo cerval que generaba su cólera proviene la palabra ‘pánico’.

Plutarco (46-120 d.C .) nos cuenta que durante el reinado del emperador Tiberio una nave pasó junto a la isla de Paxos y sus tripulantes pudieron escuchar unas voces que desde la costa clamaban: “si vais a Epiro, decid allá que el gran Pan ha muerto”. Cuando los marineros transmitieron la noticia, se escucharon por doquier gritos de dolor de animales, plantas y rocas. Se entendió entonces que al desaparecer el culto de los antiguos y sencillos dioses de la naturaleza, se iniciaba una nueva era (la del cristianismo, que enmudecería a los oráculos y derribaría a los ídolos).

LA MISMA NATURALEZA, MALDITA EN TODA SU AMPLITUD.

De todas las distorsiones ecológicas, ninguna sobrepasa aquella que proviene de la creen­cia en la caída de la naturaleza. Por esta doctrina se cree que todo el universo cayó bajo el poder del demonio, debido al pecado original introducido por el ser humano. El universo perdió su carácter sagrado; deja de ser templo del Espíritu para ser la cueva de los demonios. Es materia corrompida, pecaminosa, decadente.

El texto bíblico es explícito: «maldita sea la tierra por tu causa» (Gn 3, 17). La idea de que la Tierra con todo lo que en ella existe y se mueve, sea castigada por causa del pecado humano, remite a un antropo­centrismo desmedido. Los terremotos, la extinción de las especies y la muerte ya existían antes que el ser humano ni siquiera hubiese aparecido sobre la faz de la Tierra.

Esta demonización de la naturaleza por causa de la caída llevó a que el ser humano tuviese poco aprecio por este mundo, dificultó durante siglos que las personas religiosas se interesaran por un proyecto del mundo, retrasó la investigación científica y amargó la vida de todos, pues colocó bajo una pesada sospe­cha todo placer, toda realización y toda plenitud venidos del trato y del disfrute de la naturaleza. En esta interpretación, el pecado original gana la partida sobre la gracia original.

Si a esto añadimos el antropocentrismo como resultado de una exacerbada y arrogante interpretación del ser humano (por parte de la tradición judeo-cristiana). El texto bíblico es taxativo al decir: «sean fecundos, multiplí­quense, llenen la tierra y sométanla; dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo…» (Gn 1, 28)

Por estos textos resulta clara la invitación a la demografía ilimitada y al dominium terrae (dominio de la tierra) irrestricto. Este mismo énfasis sobre el dominio y el poblamiento de la Tierra aparece clara­mente en el relato del diluvio. El tenor antiecológico de estos textos fue entendido y asimilado por la mentalidad moderna a partir del siglo XVII, como legitimación divina de la conquista atroz del mundo y del sometimiento de todos los seres de la creación al proyecto de la subjetividad arbitraria del ser humano.

Hasta el mismísimo Darwin mantuvo con la exhuberante naturaleza una extraña relación de amor y odio, de admiración y nausea, resultado de su imposibilidad de diseccionarla en pedazos ordenados y estáticos, como muy bien se expone en el artículo «Los animales que miraron fijamente a Darwin»

LA HUMANIZACIÓN=DESACRALIZACIÓN DE LA NATURALEZA

Carlos Barros. Ponencia presentada en el congreso Mensch und Natur im Mittelalterlichen Europa, organizado por la Academia Friesach (Universidad de Klagenfurt, Austria) el   1-5 de setiembre de 1997.

DEMASIADOS ANIMALES SACRIFICADOS EN NOMBRE DEL DIOS DE LA IGNORANCIA

Cuando la iglesia católica ascendió al poder, su prioridad era demonizar aquello que fuera símbolos de otros dioses (aniquilando además todos los valores, significados y conceptos de sabiduría atribuidos a estos animales como simbolos), tales como:

  • búhos (símbolo de Athenea, que a su vez representa la sabiduría)Silver-Decadrachm-Ancient-Coin-of-Athens
  • gatos (símbolo de Bastet y animales básicamente independientes y autosuficientes, esto es no-sumisos) (a los cuales los los acusaban de ser agentes del diablo que ayudaban a las brujas). Por ello fomentaron a las masas ignorantes de campesinos a empalar vivos a los búhos y lechuzas, y en la noche de San Juan (…) conducir a los gatos (…) a lo alto de un poste (…) al que se le acumulaba leña verde y se le prendía fuego. Conforme las llamas ascendían, iban alcanzando a los gatos los cuales tenían que elegir entre morir carbonizados al lanzarse al vacío o asfixiados por el humo de las llamas. Bastet
  • Otros animales demonizados eran los linces porque eran símbolo de un héroe griego de extraordinaria vistalynx lincus
  • los lobos, los cuales siempre fueron odiados por los campesinos por matar a animales domésticos60_1iberian_wolf__c_
  • las aves rapaces diurnas porque si bien los nobles las criaban para cetrería, eran admiradas por los romanosaguila
  • los zorros porque atacaban a las gallinaszorro8
  • y casi todos los animales necrófagos, acusados también de ser agentes del demonio cuervo

Fruto de esto quedó favorecida la expansión de las ratas negras desde Asia tropical, las cuales, de haber estado estos depredadores, no hubieran llegado tan fácilmente a Europa al tener depredadores declarados que las exterminarían sin dudarlo (…) lo que dio lugar a la peste bubónica, que provocó tal número de muertes que fue llamada peste negra, la cual asoló Europa durante el siglo XIV. La mera existencia de la enfermedad revela el daño que puede hacer la ignorancia.

Y finalmente, pero no sin dejar atrás otros muchos otros sujetos marcados con los estigmas del rechazo y malditos por la superstición y la ignorancia, damos paso a los bosques.

BOSQUES, LA AMENAZADORA AUSENCIA DE LA DOMINACIÓN.

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Para los bosques, la Edad Media fue el límite entre su omnipresencia y su paulatina desaparición a lo largo de Europa, una frontera confusa en la que simultaneamente significaron alimento y muerte, refugio y amenaza.

Los bosque medievales eran el complemento del campo cultivado. En tanto que frontera, los grandes macizos forestales servían de límites entre diócesis, principados y reinos. Pero su amenaza a los grupos de poder radicaba en que eran el lugar donde se escapaba de la “civilización”, donde el campesino escapaba del control del señor, donde los bandidos, fugitivos o maleantes se ocultaban de la ley. Las parejas de amantes, típicas del amor cortés, también encontraban allí su refugio. Los ermitaños buscaban allí la sabiduría. Y para los caballeros eran espacios de pruebas de valor.

Europa era por entonces un dilatado manto vegetal, sólo interrumpido esporádicamente por «islas» taladas en las que se levantaban las villas, abadías, burgos y fortalezas que luchaban contra el aislamiento y los elementos de una naturaleza que no dominaban por completo.

Sus límites señalan el fin de un mundo y el inicio de otro, en el que la vacilación intelectual y los sentidos le conferían al hombre un lugar subalterno; un rol en el que la vieja premisa bíblica de ser «Rey de la Creación» se desvanecía, retrotrayéndolo a una situación holística en la que el hombre se advertía como una parte más del entorno y descubría su situación de inferioridad ante una «Creación» que lo dominaba y convertía en el más débil de sus vasallos.

El bosque demarcó, sitió los espacios civilizados y recreó conflictos; transformando los miedos subjetivos de las comunidades en acciones concretas de crueldad ofensiva, contra aquellos que vivían, trabajaban o simplemente disfrutaban de la densa y solitaria conglomeración arbórea.

Pero, a pesar de la desacralización que los bosques han sufrido dentro de la cultura occidental, siguen empleándose, para describirlos, adjetivos que mantienen aquella cosmovisión animista de antaño y que aún perdura en las muchas comunidades aisladas. El bosque sigue siendo «inmenso», «vacío», «difícil de penetrar», «inhóspito» y «secreto», «misterioso» y «mágico». Un lugar «en el que el hombre abandona todas sus empresas profanas«.

OTROS ARTÍCULOS:

EL BOSQUE. LA IMAGINACIÓN Y EL MIEDO.

TERROR, TRANSICIÓN, REFUGIO: LOS BOSQUES EN LA LITERATURA OCCIDENTAL

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